¿A qué edad?




¿Cuándo dejamos de tener miedo?
¿A qué edad se aprende a sonreír con sinceridad?
¿Por qué después de tanto años todavía extraño a mi gato?
¿En qué condiciones crecen mejor las calabazas?

¿Qué día es el adecuado para dar un primer beso?
¿Por qué todavía no he aprendido a escribir bien?
¿A qué edad, maldita edad, dejaremos de ser tan frívolos?
¿A qué edad esta generación tomará conciencia de la situación en que se encuentra?

¿A qué edad entendemos que no somos el centro del universo?
¿A qué edad estamos listos para amar? ¿Estamos listos para amar?
¿Cuándo terminará esta búsqueda sin tregua, de algo que no conocemos?
¿Cuándo entenderé, y entenderán, que la vida se mide en instantes?

¿Existe acaso una edad para las cosas? ¿La vida tiene edad?
¿El viento tiene edad? ¿Y el fuego?
¿Qué es la edad? ¿Por qué medimos las cosas?
¿Yo tengo edad? ¿Existo? ¿Existe algo?

¿A qué edad —bendita edad— comprendemos que todo es relativo?


Tarde o temprano






¡Cuánto desearía yo tener extrema sabiduría!
No son pretensiones de
riqueza ni de famas
las que extravían mis
palabras hacia tan
desesperado acantilado.

Es esta ignorancia tan absurda,
que me hunde, más que
hacerme navegar a puerto,
y oculta de mis ojos
la respuesta que persigo.

Ojalá fuera yo tan
sabio para comprender
los misterios de las palabras;
que pudiera saber cuándo
es tarde o cuándo temprano.

Sobre esta ambigüedad
se cierne mi destino,
y la incertidumbre hace
presa en mí cada instante.

Si pudiera yo conocer
los segundos que se
vuelcan en la espera a
que me veo obligado;
conocer la distancia trazada
entre sus palabras y sus hechos.

Pero no, vana esperanza,
no existe correspondencia entre
una promesa y la certeza
de su cumplimiento.

Si yo supiera,
si ella supiera,
contaría los días a guardar,
me escondería en lo más profundo,
viajaría a los lugares donde no
habitara la desdicha de saberla lejos,
de saber que sufre veces más;
apagaría los recuerdos que circulan
por mi mente desde el alba hasta
que el sol deja de mostrarse.

Pero no sé cuándo es tarde o cuándo es temprano,
y solamente me aferro a esa promesa.
¡Ojalá fuera yo tan sabio!



Deslizamiento






Volví, vuelves, volveremos, tocando aquí y allá; un día más, reuniones; luceros bajo noches heladas. Luz de aire. Noches de sal. Una vez más, menos. Contiene. No hay mejora. Al pasado no volveré, volví, volverán. Hay un trozo de no sé qué, no sé qué. Hay un trozo. Basta un suspiro, un destello o hasta un nudo o un solo rayo bajo este cielo sereno, para calmar la aciaga sed de viles almas errantes. Todo será lo que ya fue, y ha sido este un camino transitado desde remotos tiempos. Tiempos. Hace tanto ya, nadie lo recuerda. Nadie lo sabe. Inventar. Se suman las fuerzas, dos de miles. Una vez más. Basta. Por el último momento. Esta ocasión. Charla con el sol, no vendrá, no será hoy. En este lugar, aquí y ahora; ahora. Aquí. Blancas velas de sal. Yacen por la playa los cuerpos mutilados. Valor anclado en barcos sin velas. Llamas de colores. Rojo. Negro. Viento. Falaz vida de mentiras. Destruir. Tiende siempre a la nada. No habrá más tristeza. Al más allá. Más lejos de lo lejos. No vendré. Volverás. Ella no. Ellos no. Fuiste. Un pedazo de tierra en el huero de un dulce de miel. Una roca perdida en el océano. Vago. Difuso. El sendero de regreso a casa. Nadie desea volver. Nada queda. Sereno. Solemne. Acaso ya no hay retorno. No habrá vida. Volverá. Lo dudan. Ríos cruzando la superficie de las miradas. No hay ruido. Atónito. Respiración contenida. Llanto ahogado. Adjetivos. Hojas manchadas de tinta. Volvió. Se ha marchado. Marchó con la aurora. Hasta el final. Más allá del más allá. Más aquí. Volveremos a ser locos cuerdos, atados a este sentimiento. Una vez más.

Entre llamas y miradas






Préndeme la vela para alcanzar a ver los movimientos más sutiles; y baja un poco la voz para escuchar los latidos; hace tiempo ya que no sé el rumbo, pero esta noche quisiera recordar mis sentidos o los tuyos, o debiéramos ir a la luna sin mover un dedo, solamente parpadeando un par de veces. Ya ves, nunca fui capaz de mantener una conversación ni un orden, y mucho menos capaz de sostener una mirada por el tiempo necesario. Pero después de tanto, sabrás que nunca sé cuánto es el tiempo necesario; supongo que jamás lo entenderé, pero es que hace mucho que perdí los retrovisores. Mueve tu mano, así, me recuerda algo pero no sé qué cosa; ¿todavía pasas por aquella calle? Debe haber alguna historia de aquellos días, creo que una vez pasó algo con una ventana y un pájaro; o tal vez lo soñé solamente. Viendo el movimiento de la llama pareciera que todo pasa más lento, aunque al abrir los ojos, las sombras se hayan alargado, y un dolor recorra cada músculo de nuestros cuerpos. Hay algo de extraño en los reencuentros, y no hablo de nosotros, porque en realidad nunca nos hemos separado; me refiero a que se pretende volver a una cosa y encontrarla igual, pero es imposible: la historia se produce en serie; triste esperanza. La cera cae para todos los lados, recorre el largo de la vela antes de condensarse y quedarse inmóvil mirando al papel o a la madera. Miras al suelo y después a mí, y no sé qué buscas; quizá no busques nada. Sonríes como antes, aunque yo hable de reencuentros y de abandonos; pero mientras la distancia se acorta entre la llama y la mesa, tus manos siguen moviéndose suavemente; y es allí, entre tus manos, una llama y una noche, donde mi mirada encuentra reposo y consuelo. 

Te escribo



Tú, el único motivo de mis desvelos y de mis sueños;
qué paradójico que sintamos tanto el uno por el otro y no podamos gritarlo;
qué desgarrador que la vida ha cruzado nuestros caminos en el momento menos indicado;
qué desafortunado que, sin importar la distancia, te sienta tan cerca con tan poco;
qué trauma que lo único que pueda hacer sea escribirte
en mi poco tiempo de libertad; qué fortuna.
           
Te escribo, y siempre lo hago; incluso cuando no puedo hacerlo, lo pienso;
tan fuerte es mi deseo de comunicación.
Cada palabra que no puedo escribir queda plasmada en mi memoria,
esperando, solo esperando el momento de liberación en que te alcance;
por fin el momento en que mi mente y mi corazón
descansen de la carga de mis pensamientos por ti,
del recuerdo de aquel 23 de julio, ¿o del 24?
Da igual, porque ambos días te pensé con la misma intensidad.
Ambos días el amanecer ha sido el mejor de la historia,
con la intensidad que solo se puede alcanzar
cuando dos corazones gemelos se encuentran por primera vez,
con la intensidad del mar, de ese hermoso mar
que fue testigo del comienzo de la peor de las locuras,
pero que, al mismo tiempo, fue testigo del comienzo
de la más preciosa historia de corazones amantes.
           
Prometiste volver, y yo prometí esperarte,
mientras tanto, te escribo solamente.
Prometiste estar siempre, y yo prometí esperarte una vez más,
eso es lo único que te puedo dar.

Debo confesar que añoro volver a mirar tu rostro,
reflejarme en el café de tus ojos, quererte más, pertenecernos otra vez;
anhelo todavía que mi corazón se llene con las huellas de tus pasos,
que pueda volver a verte, y así una y otra vez,
para mantener tu recuerdo intacto en mi mente,
para que nunca se vaya de mí tu presencia.
Si tengo que sobrevivir con recuerdos: elijo el tuyo;
y si tengo siete vidas, como tú, por siete vidas te elijo como mi locura favorita.




Autor: Metamorfosis.




Entre tres




Jamás he viajado a la Luna, ni a Marte;
ni siquiera he anhelado salir de la Tierra.
Todo se acaba.
En mi tumba se leerá que fui un vaso de vidrio,
y que morí lleno de vida.
Todo se esfuma.
Hace dos días tuve un sueño y no lo recuerdo.
Debo ser infinito.
En un papel dibujé un cuerpo marchito,
pero se quemó con el viento de invierno.
Tengo dos nombres.
Todo vuela.
Por no pecar amarré mis manos,
y el sol se apagó sin el combustible que lo alimentaba.
Vi cosas eternas por un segundo,
o acaso haya sido una vida.
Todo se marcha.
No seré astronauta, ni he viajado sobre rosas de seda.
Hay días de colores, y tiñen las sonrisas de arcoiris.
No tengo paz ya.
Todo es lloro.
Cuando camino brotan espinas del suelo,
y yo soy fuego que consume.
Quise ser lluvia y caí muchas veces, pero jamás mojé nada.
Todo es etéreo.
La bondad no existe en la guerra,
y las batallas se ganan con globos.
Hoy vi un montón de ciegos con armas, y apuntaban hacia el suelo.
La vida sangra con desesperación.
Todo es granada.
Los ruidos me despiertan en la madrugada.
Todo es lava.
No sueño con encontrar lo que he perdido,
ni con recuperar lo que se fue.
Todo es olvido.
Un día platiqué con un mendigo, y tenía oro en la mirada.
Todo es negro.
Espero a solas para hablar conmigo;
soy tímido y no confío en mí.
Todo es hierba.
Quise ser un dios de madera y reírme de mis devotos.
Todo es engaño.
Soy dos cuerpos, soy agua con azúcar.
Todo es engaño.
Todo es nada.
La vida vende algodones de azúcar.
Soy un recolector de letras.
Todo es pasión.
Hay un hueco en el suelo de mi rencor que no se llena con recuerdos vagos.
Todo es virtud.
Hoy no sé qué soy ni qué he sido.

Todo es olvido.