Préndeme la vela para alcanzar a ver los movimientos
más sutiles; y baja un poco la voz para escuchar los latidos; hace tiempo ya
que no sé el rumbo, pero esta noche quisiera recordar mis sentidos o los tuyos,
o debiéramos ir a la luna sin mover un dedo, solamente parpadeando un par de
veces. Ya ves, nunca fui capaz de mantener una conversación ni un orden, y
mucho menos capaz de sostener una mirada por el tiempo necesario. Pero después
de tanto, sabrás que nunca sé cuánto es el tiempo necesario; supongo que jamás
lo entenderé, pero es que hace mucho que perdí los retrovisores. Mueve tu mano,
así, me recuerda algo pero no sé qué cosa; ¿todavía pasas por aquella calle?
Debe haber alguna historia de aquellos días, creo que una vez pasó algo con una
ventana y un pájaro; o tal vez lo soñé solamente. Viendo el movimiento de la
llama pareciera que todo pasa más lento, aunque al abrir los ojos, las sombras
se hayan alargado, y un dolor recorra cada músculo de nuestros cuerpos. Hay
algo de extraño en los reencuentros, y no hablo de nosotros, porque en realidad
nunca nos hemos separado; me refiero a que se pretende volver a una cosa y
encontrarla igual, pero es imposible: la historia se produce en serie; triste
esperanza. La cera cae para todos los lados, recorre el largo de la vela antes
de condensarse y quedarse inmóvil mirando al papel o a la madera. Miras al
suelo y después a mí, y no sé qué buscas; quizá no busques nada. Sonríes como
antes, aunque yo hable de reencuentros y de abandonos; pero mientras la
distancia se acorta entre la llama y la mesa, tus manos siguen moviéndose
suavemente; y es allí, entre tus manos, una llama y una noche, donde mi mirada
encuentra reposo y consuelo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario