Megalomanía

 

Esta noche cuento lo que ya no es, 

lo que no será ya nunca más, 

manchas en la memoria, indescifrables, 

huidizos retazos de historia. 

Esta noche como todas, 

esconde secretos de batallas ganadas, 

de guerras perdidas en el ancho mar, 

un torrente de risas pendientes. 

La vida —quién se atreve a sonreírle— 

traza a ciegas el rumbo de los hombres,

 enjaulados muñecos de trapo, 

cegados por la prisa de este siglo. 

Cuento aquello herido por el viento: 

sueños, delirios de gloria, 

el cuerpo entero, el alma temerosa. 

Estoy entonces colgando de algún árbol 

sin comprender la férrea intención de saltar, 

de cruzar la nada en un segundo, 

portal de asombro apenas insinuado. 

Y así, interminable, se prolonga la caída,

 los rasguños en las paredes y al final el golpe seco, 

certero, contra el suelo ambicioso que todo lo corrompe.

Predicciones


¿Bajo cuáles circunstancias ha de encontrarme la muerte?

¿Nos busca ella o nosotros tocamos a su puerta?

Este pasillo oscuro de cuadros antiguos ha de ser,

si no un hospital, una morgue,

y tras las paredes yacerán cuerpos inertes,

sollozantes, como un aeropuerto al más allá.

Algunos afirman que hay un ángel para cada ciudad,

en cuyos hombros pesan los pecados y virtudes de sus habitantes,

¿podrán, pues, los ángeles amar a sus protegidos?

¿Cumplen solamente con su trabajo?,

al fondo ruegan los santos por el destino del mundo,

un minuto más, un soplo de buenos vientos sobre la faz,

para atar las puertas y ventanas,

esconder los tesoros bajo la ropa

y enumeras las frases más elocuentes.

¿En cuál hora ha de asomarse la peste?

Cielo añil, plomada pasmosa,

rugido desde el horizonte hasta la chimenea;

asusta lo desconocido,

aterra lo presente,

la mano que arroja la piedra y al siguiente instante abraza;

en este vagón de agua sucia suenan los altavoces,

los perdidos añoran el hogar,

se buscan a sí mismos para aconsejar el camino,

engañados, sin embargo, por las drogas de la ciencia.

En el carrusel vemos girar la vida,

partida en leves trozos,

siempre con la mirada en el futuro,

azotada por el fantasma de lo urgente,

moneda sin valor,

caída en alcantarillas,

perdida sin remedio,

¿cómo hallar lo que ya no existe?

Buscamos gloria y virtud,

los poderes que nos venden como ciertos,

pero tras la puerta acecha la noche de oscuras fauces,

dispuesta a devorar los deseos,

las palabras escondidas bajo la almohada;

afuera solamente corre el agua sucia y agitada,

el tic tac de la muerte y la peste,

columpio en que se mecen todas las vidas que no alcanzaremos.