El despertar

 Pienso por ejemplo en Penny, cuando le dice a Leonard que, últimamente, siente que la da por hecho, como si ya no tuviera que procurar esa relación por tenerla ya a su alcance. Y por el otro lado está Rafael Lechowski, con su "amar lo que ya es tuyo", tan cierto, tan sencillo y al mismo tiempo tan olvidado; algo hay, seguramente, porque caemos una y otra vez en ese pozo tan absurdo, olvidamos al buen Porta con el "aprecia lo que tienes..." y entonces no lo apreciamos, asumimos que las cosas y personas han estado allí y estarán sin importar lo que suceda. Cuántos padres, cuántos hijos esforzados, cuántos amaneceres, amigos sinceros, consejos prudentes se pierden ante el velo de lo evidente, ante el "yo no te pedí que lo hicieras", el "ya sabes que yo también"; cuántos días malgastados con la mirada puesta en lo inalcanzable, en la gloria del vecino y del artista, del influenciador que nos mete por los sentidos que esos debemos ser nosotros también, y que sin eso nada merecemos. Y por supuesto que no hay condena en desear un mayor bienestar, tanto propio como ajeno, pero sí hay pena cuando por aspirar visceralmente la cima menospreciamos lo cercano, el tacto, el beso, la mano en el hombro cuando las horas bajas. Esto, por supuesto, Frank, bien lo sabes, pero mira que aquí en el planeta se nos va de las manos como un cometa rebelde, como una palabra traviesa; se va, se marcha, escapa del alma como un suspiro y se pierde en la nada, entre las nubes de un cielo adormecido.

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