Viaje de ida


La lluvia es, de extraño modo, una cara de la vida.
Desde su origen conoce el destino,
acepta que no ha de ir más allá,
pero sospecha —como sospechamos a veces la muerte—
algo acechando detrás de los muros.
La vida es un poco la lluvia que desciende
en millones de gotas temerarias,
barcos de timón roto.
La lluvia es corta como la distancia
entre el cielo y la muerte,
como entre la vida y los charcos.
La vida es gotas rebosantes de  
momentos y recuerdos acumulados,
un día rompen los bordes y salen al mundo.
La lluvia invade montes y mentes,
tiñe de nostalgia la memoria,
exilia al olvido los pasos andados.
La vida es un tanto la lluvia estival,
donde todos corren a buscar refugio,
sin saber que la lluvia es espejo inexorable,
un viaje de quien nadie ha de escapar.