Tarde o temprano






¡Cuánto desearía yo tener extrema sabiduría!
No son pretensiones de
riqueza ni de famas
las que extravían mis
palabras hacia tan
desesperado acantilado.

Es esta ignorancia tan absurda,
que me hunde, más que
hacerme navegar a puerto,
y oculta de mis ojos
la respuesta que persigo.

Ojalá fuera yo tan
sabio para comprender
los misterios de las palabras;
que pudiera saber cuándo
es tarde o cuándo temprano.

Sobre esta ambigüedad
se cierne mi destino,
y la incertidumbre hace
presa en mí cada instante.

Si pudiera yo conocer
los segundos que se
vuelcan en la espera a
que me veo obligado;
conocer la distancia trazada
entre sus palabras y sus hechos.

Pero no, vana esperanza,
no existe correspondencia entre
una promesa y la certeza
de su cumplimiento.

Si yo supiera,
si ella supiera,
contaría los días a guardar,
me escondería en lo más profundo,
viajaría a los lugares donde no
habitara la desdicha de saberla lejos,
de saber que sufre veces más;
apagaría los recuerdos que circulan
por mi mente desde el alba hasta
que el sol deja de mostrarse.

Pero no sé cuándo es tarde o cuándo es temprano,
y solamente me aferro a esa promesa.
¡Ojalá fuera yo tan sabio!



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