Tú, el único motivo de
mis desvelos y de mis sueños;
qué paradójico que
sintamos tanto el uno por el otro y no podamos gritarlo;
qué desgarrador que la
vida ha cruzado nuestros caminos en el momento menos indicado;
qué desafortunado que,
sin importar la distancia, te sienta tan cerca con tan poco;
qué trauma que lo único que
pueda hacer sea escribirte
en mi poco tiempo de
libertad; qué fortuna.
Te escribo, y siempre lo
hago; incluso cuando no puedo hacerlo, lo pienso;
tan fuerte es mi deseo de
comunicación.
Cada palabra que no puedo
escribir queda plasmada en mi memoria,
esperando, solo esperando
el momento de liberación en que te alcance;
por fin el momento en que
mi mente y mi corazón
descansen de la carga de
mis pensamientos por ti,
del recuerdo de aquel 23
de julio, ¿o del 24?
Da igual, porque ambos
días te pensé con la misma intensidad.
Ambos días el amanecer ha
sido el mejor de la historia,
con la intensidad que
solo se puede alcanzar
cuando dos corazones
gemelos se encuentran por primera vez,
con la intensidad del
mar, de ese hermoso mar
que fue testigo del
comienzo de la peor de las locuras,
pero que, al mismo
tiempo, fue testigo del comienzo
de la más preciosa
historia de corazones amantes.
Prometiste volver, y yo
prometí esperarte,
mientras tanto, te
escribo solamente.
Prometiste estar siempre,
y yo prometí esperarte una vez más,
eso es lo único que te
puedo dar.
Debo confesar que añoro
volver a mirar tu rostro,
reflejarme en el café de
tus ojos, quererte más, pertenecernos otra vez;
anhelo todavía que mi
corazón se llene con las huellas de tus pasos,
que pueda volver a verte,
y así una y otra vez,
para mantener tu recuerdo
intacto en mi mente,
para que nunca se vaya de
mí tu presencia.
Si tengo que sobrevivir
con recuerdos: elijo el tuyo;
y si tengo siete vidas,
como tú, por siete vidas te elijo como mi locura favorita.
Autor: Metamorfosis.
Autor: Metamorfosis.
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