La espera



No entiendo cuando me dicen que esperan algo más,
es decir, el que espera solamente, no tiene derecho a elegir;
el que quiera algo más debe buscar algo más;
qué osadía, y qué tremendo asunto.

Sobre este ritmo de jazz al fondo de mis recuerdos,
imagino el sonido de la vida;
habrá tantas cosas escondidas en los lugares jamás visitados,
pero estas rocas no se moverán solas.
Qué querrán decir con aquello de «todo pasa por algo»,
dejemos a un lado los subterfugios,
vayamos a por aquello que deseamos.
Ilusiones, dónde han de esconderse;
lejos ha llegado su existencia.
Se requiere alimento para el alma,
algo que haga traspasar el lindero imaginario
e ir hasta un plano terrenal, quizás absurdo, pero tangible.

Las ilusiones necesitan una transformación,
incluso a riesgo de su pérdida;
deberán viajar y viajar hasta hallar el destino o el origen,
pero en todo caso  —cualquiera que sea el resultado—
son ellas las que deben actuar o hacer actuar;
quien espera no tiene oportunidad de tomar parte del botín.
La pasividad no confiere derecho.

La vida no se condiciona a expectativas.
Ilusiones en mares de cristal y calles de carbón.
Y cuando dicen «decepción», ¿a qué se refieren?
La espera no tiene cualidad de exigencia.
Todo suceso es, en muchos casos, una conjugación de circunstancias,
pero la esperanza no camina, sino que se arrastra
y se esconde entre la arena del desierto,
vidas sin ruedas, y las ilusiones deben volar,
como mariposas en cielos digestivos, como lluvia temeraria y acróbata;
sobre un fondo de saxofón y teclado
se descubre la razón del desprecio ajeno
atado a las circunstancias ajenas;
en este mundo la espera y la ilusión
son incapaces de andar un mismo sendero.
No entiendo cuando me dicen que esperan algo más,

es decir, no entiendo. 

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